miércoles, septiembre 06, 2006

¡CÁRCEL EN CHILE PARA LOS QUE NO APRUEBEN LA HOMOSEXUALIDAD!

¡Si Ud. no actúa hoy, mañana podrá ir a la cárcel por no aprobar la homosexualidad!
Esto que le escribo, mañana podrá ser delito. Ud. no va a creerlo, pero, dentro de poco tiempo, ¡ni Ud. ni yo podremos profesar públicamente nuestra adhesión a la Moral cristiana!
Sí, la Cámara de Diputados aprobó el “Proyecto de Ley que establece medidas contra la discriminación” (Bol. N° 3815-07). Por su parte el Senado también lo aprobó en general y ya se encuentra en 2° trámite. En virtud de esta ley se prohibirá cualquier “restricción … por acción u omisión” a las conductas homosexuales. Y esto con penas de hasta 5 años de cárcel.
Es la propia libertad de profesar la religión católica que está amenazada en Chile.

Envíe su mensaje a los presidentes de los Partidos de inspiración cristiana para que se opongan a este proyecto

Para eliminar cualquier “discriminación”, entre las cuales aquellas “por orientación sexual”, el Proyecto le confiere al Estado una doble misión: Por un lado, deberá eliminar “todas las acciones u omisiones que arbitrariamente atenten” contra la no discriminación; y, por otra parte, será el único ente facultado para “establecer diferenciaciones legítimas, en la medida en que ellas se encaminen a promover y fortalecer el principio de no discriminación…”.
Eso equivale a decir: “Nadie puede discriminar, pero yo, el Estado, sí puedo discriminar”.
La moral cristiana queda así fuera de la ley gracias al lobby homosexual, que declara en forma jactanciosa: “Desde hace ocho años que veníamos luchando porque las autoridades elaboraran una norma que considerara la orientación sexual y lo conseguimos”.
Es una verdadera dictadura que se ejercerá sobre las conciencias, prohibiendo toda y cualquier crítica a esas conductas.
Ciertamente Ud. piensa, como yo, que el respeto legítimo de las personas no puede conducir a imponer la aprobación de conductas “intrínsecamente desordenadas”.
Sin embargo, el Gobierno y el lobby homosexual, que pretenden ser campeones de la “liberación” y del respeto a las “diferencias”, tratan de imponer por fuerza de ley una ideología única e inmoral.
Este Proyecto de Ley obedece a una presión mundial. En Irlanda, por ejemplo, el Consejo para las libertades civiles advirtió a la Iglesia Católica que el hecho de difundir el Documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe, firmado por el entonces Cardenal Ratzinger, sobre la imposibilidad moral de reconocer las uniones homosexuales, podría significar persecuciones judiciales.
Y el cardenal O’Brien de Edimburgo, advirtió en la misa llamada Red Mass, dirigiéndose a jueces, funcionarios judiciales, abogados y juristas, que el Parlamento de Escocia está sancionando “leyes inmorales, injustas e irracionales”, refiriéndose a las leyes que prohibirán cualquier crítica publica al “estilo de vida homosexual por parte de ministros religiosos”. Lo que implica lisa y llanamente en la legalización de la “censura rosa” a sermones y homilías y la prohibición, por ejemplo, de la enseñanza del Catecismo de la Iglesia Católica.(Fuente, Berit, Instituto de la Familia, Universidad Santo Tomás, Año III, N°5, Santiago)
A este respecto, el actual Papa enseñó: “recientemente se han hecho propuestas de ley (...) que harían ilegal la discriminación en base a la orientación sexual” y que “una de las tácticas utilizadas (por los grupos homosexuales) es la de afirmar, en tono de protesta, que cualquier crítica o reserva en relación con las personas homosexuales, con su actitud y con su estilo de vida, constituye simplemente una forma de injusta discriminación”.
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Pero, agrega el Documento: “existen áreas en las que no es una discriminación injusta tener en cuenta la inclinación sexual”. Más aún: “esto a veces es no sólo lícito, sino obligatorio”.
Estas sabias enseñanzas de la Iglesia -de aprobarse el Proyecto de ley antidiscriminatorio- constituirán delito y, si Ud. las repite, podrá ir a la cárcel.
En efecto, en el oficio de la Cámara de Diputados N° 5875, del 5 de Octubre del 2005, se introduce un agravante al Proyecto inicial, el artículo 137 bis. Éste determina: “Cuando se tratare de asociaciones con los objetivos del inciso primero (que aprueben la discriminación), la pena será de reclusión menor en su grado medio y a los fundadores o que ejercieren mando en la asociación, la pena será de presidio menor en su grado medio a máximo”.
Es decir, si los Obispos o Párrocos cumplen en público el deber catequístico de recordar las enseñanzas de las Sagradas Escrituras, diciendo que la homosexualidad no puede ser aceptada porque es una "abominación"(Lev. 18, 22 y 29, y 20, 13) y una "depravación" (Catecismo, nº 2357), o si repiten las palabras de San Pablo en su Epístola a los Romanos (Rom.1-26,27), les significará una pena de cárcel, la cual podrá ser “en su grado máximo”, ¡o sea 5 años!
Y todo esto a pesar de dos oficios contrarios al Proyecto de la Corte Suprema de Justicia, que consultada por el Senado consideró que: “las materias que regula esta iniciativa están suficientemente abordadas, resguardadas y cauteladas en el ordenamiento jurídico vigente y por lo tanto, no sería necesaria una normativa nueva”.
Sin embargo, gracias al apoyo de políticos que se dicen cristianos, pero que se apresuran a aprobar leyes inmorales, el Proyecto fue aprobado en general por el Senado.
En verdad, sin la inercia e indiferencia de tantos católicos, esta ofensiva legal promovida por una minoría de activistas contra la familia, no tendría ninguna posibilidad de ser aprobada.

sábado, septiembre 02, 2006

EL PERDÓN


Por Ing. José Miguel Arráiz
Así dice el Señor:
“En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida.” (Juan 5,24)
Es importante meditar siempre las implicaciones que tiene la fe en nuestro Señor. Para creer verdaderamente en Él, debemos guardar su palabra y vivir como él vivió: en el amor. La palabra de Dios nos enseña cuales son las características del verdadero amor:
“La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta. La caridad no acaba nunca.” (1 Corintios 13,1-13)
Según las características del amor que hemos visto, no podemos vivir en el amor y guardar rencor a nuestros hermanos. Para el verdadero cristiano no hay cabida para el rencor.

El perdón
Ya desde tiempos antiguos el mandato del Señor de no guardar rencor era claro:
“No te vengarás ni guardarás rencor contre los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo, Yahveh.” (Levítico 19,18)
En el libro del Eclesiástico encontramos.
“Sea cual fuere su agravio, no guardes rencor al prójimo, y no hagas nada en un arrebato de violencia.” (Eclesiástico 10,6)
Como discípulos de Cristo debemos vivir como él vivió, y el a este respecto nos dio un ejemplo muy claro al perdonar a aquellos que le clavaron en la cruz:
“Llegados al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen.»…” (Lucas 23,33-34)

Consecuencias de no perdonar
El Padre John King cuenta que cuando era pequeño su hermano mayor fue asesinado por un ladrón que entró a su casa a robar. El, aunque bastante joven, pero bien formado en la fe cristiana, sabía que solo en el perdón podía hallar paz. Fue a visitar al asesino de su hermano y luego de regalarle una Biblia le dijo: “Yo te perdono por lo que le hiciste a mi hermano”. El asesino con lágrimas en los ojos partió a la cárcel donde comenzó a estudiar la palabra de Dios, confesó sus pecados al sacerdote y asistió asiduamente a misa. Luego comentaba que fue curiosamente en la cárcel donde consiguió la verdadera libertad.
Para entonces el joven John por medio del perdón había conseguido liberar su corazón de una verdadera cárcel también, ya que de no haber perdonado los presos hubieran sido dos, el asesino y él, atrapado en su odio y alejado del amor de Dios.
Por eso ciertamente sufre más quien odia que quien es odiado, y mientras la persona no perdone permanecerá en tinieblas, y dice la Palabra de Dios no tiene vida eterna permanente en él:
“Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano, está aún en las tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. Pero quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos.” (1 Juan 2,9-11)
“Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos. Quien no ama permanece en la muerte. Todo el que aborrece a su hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino tiene vida eterna permanente en él.” (1 Juan 3,14-15)

Es necesario perdonar para ser perdonados
Ya desde al antiguo testamento Dios nos había dejado claro que para ser perdonados debíamos perdonar:
“El que se venga, sufrirá venganza del Señor, que cuenta exacta llevará de sus pecados. Perdona a tu prójimo el agravio, y, en cuanto lo pidas, te serán perdonados tus pecados. Hombre que a hombre guarda ira, ¿cómo del Señor espera curación? De un hombre como él piedad no tiene, ¡y pide perdón por sus propios pecados! El, que sólo es carne, guarda rencor, ¿quién obtendrá el perdón de sus pecados? Acuérdate de las postrimerías, y deja ya de odiar, recuerda la corrupción y la muerte, y sé fiel a los mandamientos. Recuerda los mandamientos, y no tengas rencor a tu prójimo, recuerda la alianza del Altísimo, y pasa por alto la ofensa.” (Eclesiástico 28,1-7)
Y luego Jesús lo confirmó:
“Pedro se acercó entonces y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?» Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.» «Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: "Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré." Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda. Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: "Paga lo que debes." Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: "Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré." Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: "Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?" Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano.»” (Mateo 18,21-35)

¿Cómo perdonar?
Perdonar es un acto de voluntad. Consiste en voluntariamente considerar saldada la deuda con el ofensor. El que perdona renuncia a cualquier intento de revancha o de venganza. Como es un acto de la voluntad no está ligado a los sentimientos, por eso es importante entender que una cosa es perdonar, y otra cosa es sanación interior. Podemos haber perdonado a nuestro hermano y renunciado a todo acto de revancha y de desearle mal y todavía sentir dolor, ira y resentimiento al momento de recordar la ofensa o ver al ofensor.

¿Cómo sanar?
Solo en Dios podemos encontrar la sanación a las heridas sufridas. Algunas veces la sanación es un proceso lento, sobre todo cuando las heridas causadas son muy profundas. Algunas recomendaciones que podemos seguir para que Dios nos sane son:

1. Ante todo debemos por medio de un acto de voluntad, perdonar la ofensa del hermano y pedir a Dios que tampoco exija cuentas al hermano por la ofensa. Recordemos que aunque renunciemos a cobrar la deuda, si voluntariamente consentimos el deseo de que Dios si le cobre, realmente no habremos perdonado.

2. Buscar la guía de un sacerdote que nos pueda orientar en el proceso de sanación.

3. Luego de haber perdonado, confesar y comulgar asiduamente.

4. Tratar de evitar a toda costa recordar la ofensa (por lo menos hasta haber sanado) ya que esto dificulta la sanación. Cuando recordamos la ofensa la “revivimos”, “ocurre nuevamente”, y esto es como continuar tocando una herida no cicatrizada. El padre Ignacio Larrañaga lo describe como continuar golpeándose la cabeza con la pared.

5. Orar diariamente por la conversión y salvación de la persona que nos ha ofendido. Cada vez que en el día sintamos resentimiento por la persona también hacer en ese momento una pequeña oración por ella. Esto es sumamente efectivo ya que al pagar mal por bien nos hacemos más semejantes a Cristo y le devolvemos al enemigo del alma la pelota con un Home-run

Recordamos para terminar las palabras del Apóstol Pablo:
“Bendecid a los que os persiguen, no maldigáis… Sin devolver a nadie mal por mal; procurando el bien ante todos los hombres: en lo posible, y en cuanto de vosotros dependa, en paz con todos los hombres; no tomando la justicia por cuenta vuestra, queridos míos, dejad lugar a la Cólera, pues dice la Escritura: Mía es la venganza: yo daré el pago merecido, dice el Señor. Antes al contrario: si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; haciéndolo así, amontonarás ascuas sobre su cabeza. No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien.” Romanos (12,14.17-21)
Si hermanos, así debemos hacer los cristianos, nunca devolver mal por mal, sino venciendo el mal con el bien.