Esto que le escribo, mañana podrá ser delito. Ud. no va a creerlo, pero, dentro de poco tiempo, ¡ni Ud. ni yo podremos profesar públicamente nuestra adhesión a la Moral cristiana!
Sí, la Cámara de Diputados aprobó el “Proyecto de Ley que establece medidas contra la discriminación” (Bol. N° 3815-07). Por su parte el Senado también lo aprobó en general y ya se encuentra en 2° trámite. En virtud de esta ley se prohibirá cualquier “restricción … por acción u omisión” a las conductas homosexuales. Y esto con penas de hasta 5 años de cárcel.
Es la propia libertad de profesar la religión católica que está amenazada en Chile.
Para eliminar cualquier “discriminación”, entre las cuales aquellas “por orientación sexual”, el Proyecto le confiere al Estado una doble misión: Por un lado, deberá eliminar “todas las acciones u omisiones que arbitrariamente atenten” contra la no discriminación; y, por otra parte, será el único ente facultado para “establecer diferenciaciones legítimas, en la medida en que ellas se encaminen a promover y fortalecer el principio de no discriminación…”.
Eso equivale a decir: “Nadie puede discriminar, pero yo, el Estado, sí puedo discriminar”.
La moral cristiana queda así fuera de la ley gracias al lobby homosexual, que declara en forma jactanciosa: “Desde hace ocho años que veníamos luchando porque las autoridades elaboraran una norma que considerara la orientación sexual y lo conseguimos”.
Es una verdadera dictadura que se ejercerá sobre las conciencias, prohibiendo toda y cualquier crítica a esas conductas.
Ciertamente Ud. piensa, como yo, que el respeto legítimo de las personas no puede conducir a imponer la aprobación de conductas “intrínsecamente desordenadas”.
Sin embargo, el Gobierno y el lobby homosexual, que pretenden ser campeones de la “liberación” y del respeto a las “diferencias”, tratan de imponer por fuerza de ley una ideología única e inmoral.
Este Proyecto de Ley obedece a una presión mundial. En Irlanda, por ejemplo, el Consejo para las libertades civiles advirtió a la Iglesia Católica que el hecho de difundir el Documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe, firmado por el entonces Cardenal Ratzinger, sobre la imposibilidad moral de reconocer las uniones homosexuales, podría significar persecuciones judiciales.
Y el cardenal O’Brien de Edimburgo, advirtió en la misa llamada Red Mass, dirigiéndose a jueces, funcionarios judiciales, abogados y juristas, que el Parlamento de Escocia está sancionando “leyes inmorales, injustas e irracionales”, refiriéndose a las leyes que prohibirán cualquier crítica publica al “estilo de vida homosexual por parte de ministros religiosos”. Lo que implica lisa y llanamente en la legalización de la “censura rosa” a sermones y homilías y la prohibición, por ejemplo, de la enseñanza del Catecismo de la Iglesia Católica.(Fuente, Berit, Instituto de la Familia, Universidad Santo Tomás, Año III, N°5, Santiago)
A este respecto, el actual Papa enseñó: “recientemente se han hecho propuestas de ley (...) que harían ilegal la discriminación en base a la orientación sexual” y que “una de las tácticas utilizadas (por los grupos homosexuales) es la de afirmar, en tono de protesta, que cualquier crítica o reserva en relación con las personas homosexuales, con su actitud y con su estilo de vida, constituye simplemente una forma de injusta discriminación”. [1]
Pero, agrega el Documento: “existen áreas en las que no es una discriminación injusta tener en cuenta la inclinación sexual”. Más aún: “esto a veces es no sólo lícito, sino obligatorio”.
Estas sabias enseñanzas de la Iglesia -de aprobarse el Proyecto de ley antidiscriminatorio- constituirán delito y, si Ud. las repite, podrá ir a la cárcel.
En efecto, en el oficio de la Cámara de Diputados N° 5875, del 5 de Octubre del 2005, se introduce un agravante al Proyecto inicial, el artículo 137 bis. Éste determina: “Cuando se tratare de asociaciones con los objetivos del inciso primero (que aprueben la discriminación), la pena será de reclusión menor en su grado medio y a los fundadores o que ejercieren mando en la asociación, la pena será de presidio menor en su grado medio a máximo”.
Es decir, si los Obispos o Párrocos cumplen en público el deber catequístico de recordar las enseñanzas de las Sagradas Escrituras, diciendo que la homosexualidad no puede ser aceptada porque es una "abominación"(Lev. 18, 22 y 29, y 20, 13) y una "depravación" (Catecismo, nº 2357), o si repiten las palabras de San Pablo en su Epístola a los Romanos (Rom.1-26,27), les significará una pena de cárcel, la cual podrá ser “en su grado máximo”, ¡o sea 5 años!
Y todo esto a pesar de dos oficios contrarios al Proyecto de la Corte Suprema de Justicia, que consultada por el Senado consideró que: “las materias que regula esta iniciativa están suficientemente abordadas, resguardadas y cauteladas en el ordenamiento jurídico vigente y por lo tanto, no sería necesaria una normativa nueva”.
Sin embargo, gracias al apoyo de políticos que se dicen cristianos, pero que se apresuran a aprobar leyes inmorales, el Proyecto fue aprobado en general por el Senado.
En verdad, sin la inercia e indiferencia de tantos católicos, esta ofensiva legal promovida por una minoría de activistas contra la familia, no tendría ninguna posibilidad de ser aprobada.