La reciente encuesta sobre el perfil religioso de los católicos chilenos arroja un resultado realmente impresionante: en Chile, los más liberales son los católicos. Es decir, declaran sin ambages que no comparten la doctrina de la Iglesia a la que dicen pertenecer. Muchos se dicen católicos “a su manera”.
Por supuesto, esta categoría de “católicos” no existe dentro de la Santa Iglesia. Se sigue la enseñanza de la Iglesia o no se es católico. “El que no está conmigo está contra Mí”, enseñó el Divino Maestro.
El Papa Benedicto XVI afirmó recientemente: “La cultura actual, profundamente marcada por un subjetivismo que desemboca muchas veces en el individualismo extremo o en el relativismo, impulsa a los hombres a convertirse en única medida de sí mismos, perdiendo de vista otros objetivos que no estén centrados en su propio yo, transformado en único criterio de valoración de la realidad y de sus propias opciones”. (A los miembros de las Academias Pontificias, 5/11/2005)
¿Cuál es el origen de esta situación?
Es claro que una situación de tal gravedad, no se creó de un momento para otro. Algunas declaraciones de los Pontífices nos ayudan a comprender los orígenes del fenómeno.
Respecto al relativismo moral y doctrinal que las corrientes más avanzadas difundieron en los medios católicos en la era post–conciliar, son significativas las palabras de Juan Pablo II:
"Hoy, para un trabajo eficaz en el campo de la predicación, queremos ante todo conocer bien la realidad espiritual y psicológica de los cristianos que viven en la sociedad. Es necesario admitir con realismo y con profunda y sentida sensibilidad, que los cristianos hoy se sienten, en gran parte, perdidos, confusos, perplejos y hasta desilusionados; fueron divulgadas pródigamente ideas contrastantes con la Verdad revelada y desde siempre enseñada; fueron difundidas verdaderas herejías en el campo dogmático y moral, creando dudas, confusiones y rebeliones; se modificó hasta la Liturgia; sumergidos en el "relativismo" intelectual y moral y, en consecuencia, en la permisividad, los cristianos son tentados por relativismo, por el agnosticismo, por el iluminismo vagamente moralista, por un cristianismo sociológico, sin dogmas definidos y sin moral objetiva". (L' Osservatore Romano, 7/02/81).
Esta situación, si bien es muy grave, tiene una solución. Es preciso, como enseñan los Pontífices, volver a llamar a las cosas por su nombre:
“Ahora Nos preguntamos a todos los hombres honrados: ¿Cómo puede la humanidad recuperar la salud? ¿Cómo puede, de los errores y de las agitaciones de la turbia hora presente, surgir un ‘nuevo orden’ digno de este nombre, si se borran y desplazan los límites entre amigo y enemigo, entre el si y el no, entre la fe y la incredulidad?
“La Iglesia, siempre llena de caridad y de bondad hacia las personas de aquellos descarriados pero fiel a la palabra de su Divino Fundador, que ha declarado: ‘El que no está conmigo está contra Mí’, no puede faltar a su deber de denunciar el error” (Pío XII, La Festivitá, Rediomensaje de Navidad de 1947, §§14 y 15)
El día 26 de marzo de 1981, en alocución a los profesores y estudiantes universitarios, Juan Pablo II recordó la misma verdad: “Aprended a pensar, a hablar y a actuar de acuerdo con los principios de la simplicidad y claridad evangélicas: ‘Sí, sí; no, no’. Aprended a llamar a lo blanco, blanco, y a lo negro, negro – al mal, mal y al bien, bien. Aprended a llamar al pecado, pecado, y a no llamarlo liberación y progreso, aunque la moda y la propaganda se opongan a eso” (Insegnamenti di Giovanni Paolo II, Librería Editrice Vaticana, 1981, voL IV, 1, p. 791).
Fuente: acción familia